Dos años después de su última visita, Passenger regresó a Madrid con la promesa de una noche mágica llena de melodías cautivadoras y letras conmovedoras. La expectación en el aire era palpable, ya que los fans se reunieron en el recinto El Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid, ansiosos por reencontrarse con la voz inconfundible de Mike Rosenberg. Con su característico estilo folk-pop y una conexión especial con el público, el cantautor británico estaba listo para ofrecer un espectáculo que prometía ser tan emotivo como inolvidable. La ciudad vibraba con la anticipación de revivir esos momentos únicos que solo Passenger sabe crear.
Delante de 4 mil personas sale Passenger solo al escenario con una guitarra en mano, no le hace falta nada más. Con un setlist cuidadosamente seleccionado el concierto comenzó con “All the Little Lights”. Una apertura perfecta donde Mike comenta previamente que hace justo un año del lanzamiento del disco X aniversario al que la canción da nombre. La calidez de su voz envolvió a los asistentes, quienes rápidamente se unieron en un coro colectivo.”Life’s for the Living” siguió, recordando a todos la importancia de disfrutar cada momento que nos da la vida.
A medida que avanzaba la noche, decide sorprendernos con “Table for One” una canción que forma parte del primer disco y nos recuerda al Passenger más puro de hace casi 20 años. Donde sus canciones aún no siendo autobiográficas muestran un lado muy íntimo casi en forma de cuento, muy característico de él. Siguió con “Queenstown”, todo lo contrario a la anterior ofreciendo una mirada introspectiva a las experiencias personales de una relación pasada, donde él admite y pone en preaviso antes de cantarla que es una canción de momentos duros.
Uno de los momentos más memorables llegó cuando interpretó “The Sound of Silence”, un homenaje emotivo a Simon & Garfunkel que dejó a todos en silencio reverente antes de estallar en aplausos.
Llega el que sería mi momento favorito de la noche, la hora de una dosis de sinceridad cruda. Es el momento de “I hate”, canción en la que Mike se dispone a soltar verdades sin miramiento alguno. Una crítica a la sociedad actual, desde odiar el racismo, la hipocresía, los vínculos falsos en redes sociales, o incluso el odiar usar los baños de un festival para cagar. Bajo ritmos alegres consigue unir a todos los presentes en una protesta real.
Un instante especial ocurrió cuando un joven del público pidió “Sword From the Stone”. Passenger no dudó en complacerlo, creando una conexión única entre él y sus fans. La interpretación fue cálida y llena de gratitud, reflejando el espíritu colaborativo que caracteriza sus conciertos.
No podía faltar el clásico “Let Her Go” donde Mike nos comenta entre risas que no hay que confundirla con “Let it go” de Frozen. Desde la primera nota provocó una oleada de emociones compartidas; cada palabra era cantada al unísono por el público, creando un momento mágico. Los años no pasan para esta canción.
La noche daría fin con “Holes”, dejando a todos con una sensación de plenitud y satisfacción, sarcástico cuanto menos ya que habla del vacío que te dejan ciertas cosas o situaciones. Así es un concierto de Passenger, hasta de lo más triste consigue con su guitarra transformarlo en un un momento alegre del que ninguno se escapa de bailar o en su defecto del saltar y cantar. Con su talento innegable y su capacidad para tocar el corazón de quienes lo escuchan, esa noche se convirtió en otra página en la historia musical del cantautor británico, se había metido de lleno en sus bolsillos a las 4 mil almas que había en el recinto. Al contrario que en “Let her go” a los presentes no les hacía falta que Passenger se fuera para saber que le echarían en falta. Madrid siempre le estará esperando entre todas sus pequeñas luces.