Elegante, políticamente correcto y acompañado de un elenco de talentosos músicos. Bajo estas tres premisas Hozier se materializaba ante el Poble Espanyol de Barcelona de la mano de ALMA Festival y, posteriormente, ante un WiZink Center a rebosar con motivo del “Unreal Unearth” que presentaba en la Ciudad Condal y en el pabellón capitalino. El cantautor no había actuado en nuestro país desde noviembre de 2018 en La Riviera de Madrid. Debutó en directo en España en el verano de 2014 en el FIB y dos años después, en enero de 2016, actuó en la sala Razzmatazz de Barcelona dentro de su gira europea.
Irlanda auguró en su momento una ristra de estrellas que han traspasado las fronteras de la música popular. Hubo y hay quienes lideran listas de éxitos, y otros que triunfan en paralelo sin afincarse demasiado en esa fórmula radiofónica ni la cultura mainstream (desde Niall Horan hasta Van Morrison o Sinéad O’Connor, a quien perdimos el verano pasado) y por supuesto Hozier, el hombre de las pasadas noches del 30 de junio y 1 de julio de 2024.
Las dos partes de “De Selby” se encargaron de abrir unos conciertos que comenzaban de forma cálida, oscura y acabaría estallando en un éxtasis colectivo donde el público seguía al de Bré porque quería. No tenía ni que pedirlo. Abriéndose paso entre su álbum debut, el “Wasteland, Baby!” que le seguiría cinco años más tarde y su trabajo más reciente, cortes como “To Be Alone”, “Dinner & Diatribes” o “Francesca” no se olvidaron de sonar. Estos otorgaron además momentos necesarios de serenidad con pausas marcadas por “I Carrion”, “Would That I” y las luces azules acompañando la estampa y plagando los teléfonos que se alzaban para inmortalizar el momento.
Entre bromas con el público sobre poner Madrid de nombre a su reciente colmena de abejas y reírse con una pancarta que decía “Mi exnovio me compró entradas para este concierto” cayó la esperada y sensual “Too Sweet” -que recientemente ha copado las redes sociales y ha destronado a la “Take Me To Church” invicta hasta ahora- coronándose como un acierto absoluto colocada a mediados del set. A esta le siguió una extensa y merecida presentación de su banda antes de despedirse momentáneamente con “Eat Your Young” y “Take Me To Church” sin dejar de sostener en alto la bandera del colectivo LGTBI. Y fue en ese momento durante cuatro minutos donde hasta los más agnósticos se volvieron creyentes.
Los más despistados parecían sorprenderse cuando vítores volvían a retumbar en el recinto sin rastro de Hozier sobre escenario principal. Sin embargo, el as en la manga del irlandés se encontraba en el escenario B al lado del front of house, donde aparecería minutos después solo y bajo un único foco para hacer sonar “Cherry Wine” y “Work Song”. El colofón final llegó con “Nina Cried Power” introducida por una clara posición política e ideales sociales, menciones a los derechos humanos básicos y un mensaje de solidaridad y apoyo a la comunidad palestina. Unas estudiadas y acertadas palabras que servirían como cierre, no sin antes agradecer de nuevo a toda persona presente.
Tras casi 120 minutos de show, Hozier se aseguraba de ser el último el abandonar el escenario, siendo el claro ejemplo de cómo la protesta social a través de la música gana a la efímera viralidad de la misma en plataformas digitales, demostrando que todo esto es más que “one hit wonder”.