Thirty Seconds To Mars es una banda de extremos. Por un lado, reúne desde hace décadas a una de las ‘fanbases’ más fieles, devotas y entregadas de la escena musical internacional, pero por otro, también es una de las formaciones que siempre ha tenido más detractores en su contra. ¿La razón? Más que música, lo que el grupo de rock alternativo ofrece es espectáculo. En función de lo que uno busque en directo, se situará en un lado u otro de la balanza.
En los conciertos de Thirty Seconds To Mars, la música pasa a un segundo plano, pero no pasa nada. La picardía y el carisma de su líder, Jared Leto, que maneja cuidadosamente la interacción con el público y le hace partícipe en todo momento, los fuegos artificiales y el confetti, los juegos de luces y en general, una puesta en escena visualmente impecable son los elementos protagonistas del ‘show’, que a pesar de no brillar en lo musical, sorprendentemente funciona.
Y es que Leto, que ha convertido a Thirty Seconds To Mars en una máquina de facturar perfecta (una tendencia confirmada con su nuevo álbum, ‘It’s the end of the world but it’s a beautiful day’, el más ‘mainstream’ y pop de toda su carrera), no da puntada sin hilo. Su misma entrada al escenario, ataviado con una capa regia al son de una cuenta atrás imponente, ya es suficiente para hacer al público enloquecer.
Con el ‘hype’ y la adrenalina por las nubes tras un ‘countdown’ de tintes épicos, Jared y su hermano Shannon (sí, el grupo ya sólo lo forman ellos dos) arrancaron el concierto del WiZink con una intensa ‘Up In The Air’, que ponía a los asistentes a saltar bajo una lluvia de confetti. Siguieron con ‘Kings & Queens’, ‘Walk On Water’ y ‘Rescue Me’, para la que Jared ya tenía al público en su bolsillo: subiendo a un par de fans al escenario para bailar con él, se coronó como el ‘showman’ perfecto.
Tras la emoción inicial, la mejor parte del concierto, musicalmente hablando: fue entonces cuando escuchamos la exquisita ‘Hurricane’, además de una buena dosis de clásicos muy bien defendidos por Jared, que a pesar de asegurar estar enfermo, sonó más que correcto, considerando también que siempre suele abusar de los coros de los fans: ‘This Is War’, ‘From Yesterday’, ‘Attack’ o ‘A Beautiful Lie’, con ondeamiento de bandera incluido, sirvieron para terminar de conquistar al público entregado y para contentar a los más escépticos y nostálgicos.
El concierto no decaería después. Un Jared frenético mandó a la gente sacar sus móviles para corear ‘Stuck’ en directo, para después enfundarse la camiseta de la selección española de fútbol y bajar a cantar entre el público su canción más popular, ‘The Kill’. Para entonces, el WiZink ya era una auténtica fiesta rendida a los pies del cantante.
La noche terminó con ‘Closer To The Edge’, con una gran cantidad de público subido al escenario, entre confetti y fuegos artificiales, con un espectáculo que sólo Thirty Seconds To Mars es capaz de ofrecer. O más bien Jared. Es indiscutible que el también actor lleva todo el peso del show en su espalda, y también el de la banda. Mientras el cantante no pierda las ganas de divertirse y de jugar a ser Dios en los escenarios, habrá Thirty Seconds To Mars para rato.