45 años encima de los escenarios ofreciendo rock and roll puro y auténtico. Ese rock and roll que popularizó un tal Chuck Berry en la década de los 50. Resulta sumamente difícil continuar apostando por un género que llleva mucho tiempo sin ser el reinante en las listas de éxito. Sin embargo, siempre habrá bandas que se encarguen de demostrar que si hay ganas y actitud, el resto no importa. El caso de Los Rebeldes es único. Simple y llanamente. Único por el simple hecho de que, después de más de cuatro décadas, siguen manteniendo la llama más viva que nunca. El concierto que ofrecieron a su público más fiel el pasado 9 de marzo en la madrileña sala La Riviera da buena fe de ello.
Y que conste que Carlos Segarra y compañía no nescesitan ninguna efeméride como excusa para rodearse de amigos y compartir una buena dosis de rock and roll. Coincidió que se cumplían 45 años desde que un chaval se empeñó en que las guitarras, contrabajos y los bailes formaran parte de su vida. Y había que aprovecharlo, faltaría más. Para celebrarlo, Segarra invitó a sus mejores colegas del gremio: Loquillo, Ariel Rot, Ovidi Tormo y Dani Pérez al saxo. Una dupla formidable. Y, si se mezcla con un respetable entregado desde el primer minuto, resulta imposible evitar que el pie se mueva solo al ritmo pegadizo del contrabajo y la batería.
Acto seguido de una película de unos diez minutos en la que se repasaba la carrera de Los Rebeldes, el primer tramo del concierto se abrió con Agua de Valencia. La suerte ya estaba echada. Ariel Rot, primer invitado de la noche, se subió a las tablas acompañado de su fiel Telecaster marrón después de la coreadísima Un español en Nueva York. Ariel es un maestro de las seis cuerdas. Y se encargó de recordarlo interpretando una preciosa La Rosa y la Cruz y una de las mejores sorpresas que se pudo uno llevar a casa: «Lo que necesito es un trago para poder establizar…». El mítico tema de Tequila hizo que La Riviera se viniera abajo. Puro deleite.
Corazón de rock and roll dio por cerrado la primera parte de toda esta historia. El caso es que lo que se empezaba a vislumbrar en el horizonte era incluso mejor. Segarra reunió a la formación original, en lo que se hizo llamar ‘Rebeldes 79’. Fue en ese momento cuando retumbaron por los altavoces de la sala las canciones más míticas de Los Rebeldes, desde Harley 66 a Esa manera de andar o Cervezas, chicas y rockabilly. Pero, ¡ay! Quedaba el plato fuerte de la noche. El Loco apareció entre las sombras en mitad de la histeria colectiva para cantar formidablemente Eres un rocker. Y es que Loquillo es un frontman de los que ya no quedan. Portento y talento a raudales.
No hacía falta ser un lince para saber que tanto público como músicos estaban viviendo uno de las mejores experiencas de su vida. Absolutamente todo era redondo y rozaba la perfección. Eres especial resultó ser uno de esos temas en los que se hizo patente la conexión entre las mencionadas partes. Un setlist medido y estudiado hasta la extenuación permitió que tan solo unos segundos después de que la mayoría de personas se qudaran sin voz, el bueno de Ovidi apareciera por el lado izquierdo del escenario para descorchar la botella de champán. Si hablamos de saber cómo moverse por las tablas, el vocalista y guitarrista de Los Zigarros va camino de igualar a Loquillo en ese aspecto. La canción elegida ayudó a que eso sucediera, claro está. Rebeca fue un regalo, un chute de energía que ni cuatro cafés seguidos. «Rebeca, no seas así, la cama se ha hecho para dormir…».
Costaba creer que todavía quedara lo mejor. Mi generación, otro de los temas que Los Rebeldes han dejado para a posteridad, el Loco agarró de nuevo el micrófono para llevar al éxtasis hasta a los camareros que dejaron por unos segundos de servir cervezas para ponerse a bailar Feo, fuerte y formal. Imposible describir la locura que se vivió en estas líneas. El trío final se compuso de Mediterráneo, Bajo la luz de la luna y Mescalina. Nadie quería irse a casa. Es por ello por lo que Segarra y compañía hicieron acto de presencia de nuevo para interpretar Quiero ser una estrella y El rock del hombre lobo y, de paso, echar el telón de una cita única, histórica. Y una en la que, sobre todo y lo más importante, se dejó claro que el rock and roll sigue más vivo que nunca. A por muchos más años al pie del cañón, Rebeldes.