Casi cuatro años después del último concierto de WarCry en Madrid – tras el cual harían un parón indefinido interrumpido por la pandemia -, los asturianos han vuelto a la capital para demostrar por qué siguen sentados en el trono del metal. El Invernadero de Las Ventas estaba a rebosar, tanto que parte del público tuvo que ver el concierto desde fuera de la carpa, y no era para menos. Entre la multitud se podían observar veteranos del rock y personas que han crecido con la música de WarCry, por lo que se respiraba cierto aire de familiaridad y reencuentro. Más de dos horas de música en directo, un repaso a los veinte años de carrera del grupo e incluso una sección en la que tocaron clásicos del rock y heavy internacional es lo que el quinteto regaló a Madrid este sábado.
El show dio comienzo con un gran juego de visuales, luces, humo, fuegos artificiales y al grito de A por Ellos, canción inicial de su último álbum: Daimon. El primer tema demostró que WarCry sigue ganándose al público disco tras disco y que, a pesar de la acústica del recinto – cuya deficiencia no es novedad -, estaban dispuestos a poner patas arriba a todo el mundo. El concierto fue in crescendo durante la primera mitad, los cortes del último disco dieron paso a grandes éxitos como Nuevo Mundo, que sonó de las primeras y fue la chispa que hacía falta para terminar de conectar a la gente. Perdido, Contra el Viento y Alma de Conquistador mantuvieron el ritmo hasta que fue el momento de los medios tiempos y baladas, entre las que destacó Coraje. Por todos es sabido que, si bien WarCry defiende con autoridad sus temas más rápidos, en las baladas son capaces de lucirse individualmente y en conjunto; y así ocurrió. Cabe destacar que se estrenaron visuales para distintas canciones, como las de ¿Dónde está la luz?, que contaban con un fondo dinámico de la portada original. No obstante, la ubicación de las pantallas laterales era tan baja que apenas se podían apreciar desde la mitad de la pista. En general, el grupo tuvo que luchar contra el recinto por su sonoridad y otras cuestiones que afectaban más al público que a ellos, como la reducida altura del escenario y el diseño del propio invernadero, que dificultaba la vista desde los laterales. La batería y la voz de Víctor fueron los principales damnificados de la acústica, pues la guitarra pronto comenzó a sonar como se merece y el bajo sonó rotundo durante todo el concierto. En cualquier caso, lejos de venirse abajo, los asturianos hicieron gala de sus tablas y lograron dar un concierto del que nadie salió con una sola pega.
Ya cumplida la mitad del concierto tuvo lugar uno de los momentos más divertidos de la noche, Pablo cogió las riendas y comenzó a tocar riffs de Black Sabbath, Judas Priest, Iron Maiden y otras grandes leyendas. En otras ocasiones habíamos visto este pequeño interludio, pero nunca de una forma tan airada y carismática. El guitarrista no solo estuvo soberbio en cada solo, también asumió un rol protagonista que le sienta fabulosamente tanto a él como al grupo – sobre todo a Víctor, que le permite delegar en ciertos momentos la labor de frontman -. Ya en la segunda mitad sonaron otros temas insustituibles como Quiero Oírte, Devorando el Corazón y Ardo por Dentro. Precisamente, Novoa usó la intro de esta última para interpretar los teclados de Nana y Alejandro, que aunque no entraron en el setlist, emocionaron a los fans más añejos. Llegados a este punto, Las Ventas se había convertido en una fiesta a la que aún le quedaban sorpresas como Capitán Lawrence o Cobarde, en la que las voces de más de 2500 personas sonaron como una sola condenando la violencia machista. Por otro lado, si bien las canciones antiguas suelen tener un mayor impacto en el público, las nuevas no se quedaron atrás en esta ocasión. Condenado y Solo sé fueron un éxito que incluso dejaron con ganas de escuchar otras canciones nuevas y que podrían haber entrado perfectamente en el repertorio. Tras un descanso necesario para el público – que no paró de cantar desde la actuación de Dark Moor previa a WarCry-, en el bis se introdujeron canciones que hacía tiempo que no sonaban en directo y que merecen hacerlo por lo importantes que han sido para la banda. La Maldición del Templario fue la primera, dando comienzo con su singular y característica voz en off – que también fue recitada de memoria por los asistentes -. Tras la tormenta llegó la calma, y un vídeo introductorio dio paso a La vida en un beso. Finalmente, el concierto cerró con El Guardián de Troya y la mítica Hoy Gano Yo. Los dos himnos fueron la clausura perfecta para una noche repleta de clásicos y singles que podría haber durado dos horas más sin inconveniente.
La última vez de WarCry en Madrid, en el Escena Rock, la impresión que dejaron fue de retirada, de fin de una época y cierre de un ciclo. Sus seguidores abandonaron IFEMA entre lágrimas y la nostalgia se apoderó de todos los que pudieron acudir a la cita. Sin embargo, la sensación esta vez ha sido completamente distinta. El tiempo pasa para todos, pero el quinteto está más cómodo que nunca sobre el escenario y sabe que su carrera les respalda. Fácilmente podrían configurar decenas de repertorios distintos y siempre daría la sensación de que han faltado canciones importantes. Los más de 2000 asistentes salieron de Las Ventas empapados en sudor a pesar del frío de la noche madrileña y pensando en cuándo podrán volver a un concierto suyo. Lo mejor que se puede decir del concierto es que WarCry ha vuelto por todo lo alto y da la impresión de que piensan quedarse mucho tiempo.