Ha llovido mucho en Viveiro desde que en 2006 dos jóvenes metaleros se atreviesen a montar un festival en el pueblo para ver a sus grupos favoritos. De aquel discreto y sencillo evento de acceso gratuito, al que muchos locales se acercaron para curiosear a bandas marginales como Sick Of It All o Twenty Fingers, sólo queda el recuerdo. Dieciocho años después de su nacimiento, el Resurrection Fest se ha transformado por completo y ha crecido hasta convertirse en el mayor festival de rock y de metal de la península, cerrando este 2023 su mejor edición hasta la fecha de la mano de grupos tan gigantes como Slipknot, Pantera, Ghost o Parkway Drive.
Un festival que, si bien ha crecido en volumen, ventas y público –y que ha conseguido entrar a competir en el circuito comercial de festivales europeos– sigue manteniendo gran parte de su esencia intacta: este es un festival hecho por y para la gente, fiel a sus valores originales, donde el ambiente que se respira es de cercanía y de pertenencia, como si el público se conociera de toda la vida. Como una ‘familia’, que diría Corey Taylor. El lugar donde se celebra, un pequeño pueblito costero de Galicia encajado entre bosques que se vuelca cada año con el evento, ayuda a afianzar esta sensación.
Pero hablemos de la música. Más de 40.000 personas unidas por una misma pasión se reunieron cada día en Viveiro esta pasada semana para disfrutar en directo de algunos de los nombres de la escena alternativa más interesantes y potentes del momento. Abrieron la primera jornada grupos como As Everything Unfolds, Dead by April y The Ghost Inside, aunque los reyes de la tarde fueron, sin duda, Motionless in White. En la segunda vez que el grupo de metalcore pisaba nuestro país, la banda liderada por el carismático Chris “Motionless” Cerulli arrasó entre el público con un sonido en directo pulidísimo y un ‘setlist’ que contó con una buena tanda de ‘singles’ de su último álbum, ‘Scoring The End of The World’.
Pero fueron Behemot, con un set cargado de pirotecnia y Perturbator, con una propuesta de electrónica ‘dark’ de lo más interesante, los que calentaron el ambiente previo al gran cabeza del cartel del día, Ghost. Con el escenario representando una gran vidriera de una iglesia, el Papa Emeritus IV –aka Tobias Forge– dio un auténtico recital ante los fieles congregados en el ‘main stage’, con temas como ‘Faith’, ‘Watcher in the sky’ o la icónica ‘Mary on a Cross’, que quizás impulsada por el efecto TikTok, fue coreada hasta en el último rincón del festival. Dicen que los vítores se escucharon hasta en Covas, pasando el mar, al otro lado del pueblo.
La modernidad y frescura del primer día dieron paso a una jornada mucho más clásica y nostálgica el jueves, que aunque empezó con un ‘secret show’ de Motionless In White (sí, tocaron dos veces en el festival) y con el desparpajo de los jovencísimos Landmvrks, fue dedicado a grupos con una media de edad superior como Alter Bridge, Elegant Weapons, Powerwolf y por supuesto Pantera, que regresaba a nuestro país tras más de dos décadas. Su concierto, en el que no faltó ni un sólo clásico de su dilatada carrera, quedará sin duda marcado en el recuerdo de toda su legión de ‘fans’ como uno de los más emotivos y legendarios de la historia del Resurrection.
El viernes, por su parte, fue para Slipknot. La banda liderada por Corey Taylor construyó su propia ciudad sobre el escenario principal del festival y ofreció un ‘show’ que, si bien fue de menos a más, volvió a evidenciar por qué los de Iowa juegan en otra liga. Para el recuerdo la emoción del público al escuchar ‘Snuff’ en directo (los metaleros también lloran), la descarga de energía con ‘People=Shit’ o la locura total con ‘Spit it Out’, para la que Corey pidió al público (su familia, algo que no dejó de repetir con su limitado castellano) que se agachara para después saltar a la vez. Y el Resu se vino abajo, claro.
Antes, también en el escenario principal, hubo tiempo para descubrir a los enérgicos Vukovi (cuya cantante se metió al público en el bolsillo bajando a cantar al foso ante un problema de sonido), para disfrutar de una buena dosis de nu-metal finlandés de los siempre arrolladores Blind Channel, para sorprenderse ante la propuesta de un desatado Ghostkid o para ver desde cerca el carisma de Jason Butler, que presentaba nueva formación en Fever 333 y que no dudó en encaramarse y colgarse de los palcos del Pandemonium para ofrecer uno de sus alocados ‘shows’, como ya es tradición.
Con las energías ya al límite y el corazón encogido por su fin cercano llegábamos al último día del festival, que arrancó en el ‘main stage’ con los jóvenes de Brothers Till We Die, que reunieron a una buena cantidad de gente a la hora de comer. Polar, Rise of the Northstar y Soulfly continuaron subiendo los decibelios antes de Architects, uno de los conciertos más esperados de la noche. El del grupo británico fue un ‘show’ que fue de menos a más, y que si bien empezó algo descafeinado, mejoró rápidamente con la potencia de canciones como ‘Impermanence’ (muchos no olvidarán la escena de los cientos de ‘crowdsurfers’ bajo la lluvia), ‘Royal Beggars’, la icónica ‘Doomsday’ y por supuesto ‘Animals’, que, para sorpresa de todos, la banda liderada por Sam Carter tocó dos veces seguidas.
Pero sin duda, todos los reunidos allí habían ido a ver lo mismo: Parkway Drive. No pudo haber un mejor cierre para el festival que el ofrecido por la banda de metalcore australiana, que desplegó sobre el escenario sus mejores temas y un juego de pirotecnia que hizo olvidar la lluvia a los presentes. Todo funcionó en el set del grupo encabezado por Winston McCall, que ofreció un concierto épico pasado por agua, de esos que tardan en olvidarse mucho tiempo y permanecen en la memoria colectiva.
Para terminar, la sorpresa de la organización del Resurrection, que montó pasadas las 2 de la mañana un espectacular juego de fuegos artificiales para anunciar su próxima edición y dar pistas sobre su siguiente cartel. De ella no se sabe todavía nada más que las fechas (se celebrará del 26 al 29 de junio del año que viene), aunque al finalizar el ‘show’ reinaban los mismos sentimientos encontrados entre el público: la expectación y las ganas de volver en 2024, por supuesto, pero también la casi certeza de que pocas ediciones podrán superar a la de este año, en la que el festival ha cumplido por fin, la mayoría de edad. El Resurrection se ha hecho mayor, y de qué manera.
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