Hay bandas que no necesitan caer bien en el imaginario colectivo. Muchos años en esto de la música y las giras sin freno, en la que vale todo antes, durante y después del concierto. Lo que viene a ser la vida de una rockstar, en definitiva. Este es el caso de Mötley Crüe, que sigue dando conciertos en cada rincón del mundo, con un espectáculo que, en ocasiones, puede parecer gamberro y hasta chabacano. Ahora bien, es bien sabido que llevan más de cuarenta años haciendo lo que les venga en gana, por lo que las críticas dirigidas hacia ellos carecen de fundamento. No van a cambiar su forma de hacer las cosas, le pese a quien le pese.
En el otro extremo asoma Def Leppard, historia viva del rock internacional. Resulta una delicia verles en concierto. Muy pocos grupos pueden presumir de tener uno de los directos más potentes del mundo. Sonido, actitud, conexión con el público y ganas, muchas ganas de que todas las personas que acudan a sus conciertos se lleven a casa un recuerdo imborrable.
Puestos los ingredientes principales encima de la mesa, mención especial a Los Sex, el grupo que se encargó de abrir la veda. Cumplieron de manera sobresaliente y se esforzaron al máximo para superar ese compromiso que se antoja siempre complicado de ser la banda cuya actuación pilla por sorpresa a muchos de los presentes. Todavía con un sol de justicia achicharrando el asfalto y las gradas del Auditorio Miguel Ríos, los focos se apagaron para dejar paso a los primeros protagonistas de la noche. Nikki Sixx, Vince Neil, Tommy Lee y John 5 salieron con ganas del fondo del escenario para ir dejando éxito tras éxito. Una hora y media medidísima, en la que no faltaron auténticos himnos del glam-metal ochentero, como la inicial Wild Side o la más que coreadas Dr. Feelgood y Kickstart My Heart, siendo esta última la que cerró el setlist.
Sería injusto no mencionar en esta crónica a Mick Mars, el guitarrista original de la banda de Los Ángeles, pata principal de todo este proyecto. Como suele pasar a lo largo de los años, las desavenencias ganaron terreno al respeto mutuo entre los miembros del grupo y todo saltó por los aires después de la gira por Estados Unidos, con acusaciones entre los dos bandos que ningún fan hubiera querido escuchar nunca. Tras todo ello, llegó John 5 para seguir dando espectáculo. Y lo cierto es que lo consigue noche tras noche. Su guitarra Telecaster rezuma rock por todos los lados, dando un toque diferente a las canciones clásicas de los Crüe.
¿Y qué hay que de Nikki, Tommy y Vince? Poca historia. Ninguno de los tres se encuentra en su mejor momento, resulta más que palpable. No obstante, se esfuerzan y consiguen dibujar sonrisas en cada uno de los rostros que continúan llenando los estadios. Es cierto que la voz de Vince es a todas luces mejorable, pero ninguno de ellos tiene que demostrar nada estando a estas alturas de la película. “He is my buddy“, decía Neil para presentar a Sixx, quien se paseó por las tablas con una bandera de España mientras cumplía el sueño de tres seguidores que se subieron al escenario para hacerse un selfie con su héroe, uno de ellos disfrazado de unicornio. Acto seguido, le llegó el protagonismo a Tommy Lee. Where is the fucking beer, motherfuckers? Alentó al público a conductas reprochables, sí. Puede que, a día de hoy, alguno lo vea como a un músico con un comportamiento meloso y chabacano. Pero es que hay que tener en cuenta que Lee lleva haciendo la misma cantinela desde tiempos inmemoriales. Lo que piense la gente, probablemente le entre por un oído y le salga por el otro.
Girls, Girls, Girls, Primal Scream y la mencionada Kickstart My Heart cerraron una actuación que fue a lo seguro. A ofrecer lo que la gente quería escuchar. Ni más ni menos. “Thank you Madrid, we’ll be back“. ¿Veremos de nuevo a Mötley Crüe de vuelta en España? A tenor de las palabras pronunciadas por Neil, parece que el final de la banda estadounidense está lejos de llegar. Pasadas las once de la noche, una cuenta atrás que se podía ver con claridad en las pantallas gigantes marcaba el tiempo restante para la segunda parte de toda esta historia.
5, 4, 3, 2, 1… ¡Y 0! Griterío y móviles en alto. Take What You Want sonando a todo trapo por los altavoces. Sonido inmejorable y un concierto que, en líneas generales, fue un gusto disfrutarlo. “Hola Madrid, buenas noches, ¿qué pasa?”, pronunció Joe Elliot a los pocos minutos de empezar, ganándose de este modo al respetable. Def Leppard sigue funcionando como un reloj suizo. Nota a nota, el quinteto de Sheffield continúa en plena forma. Con una fórmula muy similar a Mötley Crüe, esta es, interpretando todos aquellos temas que su público quiere escuchar, su directo resulta una más que potente combinación de formidable sonido y unos efectos visuales al alcance de muy pocos.
Hubo tiempo para todo, desde el rock duro de Let’s Get Rocked o Rocket, hasta las baladas comandadas por This Guitar o When Love and Hate Collides. Y qué decir de Rick Allen, un baterista como la copa de un pino. Extraordinario. Como suele ocurrir, lo más conocido se dejó para el final. Hysteria, Pour Some Sugar on Me, Rock of Ages y Photograph cerraron la cita con muy buena nota, gracias, en mayor medida, al resultado que supone combinar a dos de las mayores bandas de la historia. El paso del tiempo crea experiencia. Y eso lo saben muy bien tanto Mötley Crüe como Def Leppard. Estarán girando por todo el mundo hasta que ellos quieran. Por puro placer. Al fin y al cabo, ¿quién puede reprocharles lo más mínimo a todos ellos? Carecería de sentido. Parafraseando al enorme Miguel Ríos, “chicos de cuero negro buscan diversión”. Y que así siga siendo por mucho tiempo.