No es ningún secreto que Rammstein ha surfeado todo tipo de polémicas desde sus inicios, allá por la década de los 90; aunque anoche el grupo alemán llegaba a Madrid sumergido en la mayor crisis de su historia. Liderada por un Till Lindemann bajo investigación por denuncias por supuestos abusos sexuales cometidos después de sus conciertos, la banda de metal industrial aterrizaba en el Estadio Metropolitano de la capital para hacer vibrar a más de 50.000 asistentes y, dadas las circunstancias, retar a algunos de nosotros a realizarnos una pregunta incómoda: ¿se puede separar el arte del artista?
Lo cierto es que resulta complicado no quedar maravillado ante el despliegue musical y visual del grupo formado en Berlín, que ayer demostró por qué, a pesar de todo, sigue situado en el olimpo del metal, con una legión de fans dispuestos a perdonar (o más bien ignorar) lo que sea necesario con tal de que el espectáculo continúe. Y qué espectáculo. La banda alemana irrumpió en escena con ‘Rammlied’, con una potencia de sonido difícilmente igualable, desatando una tormenta de ‘riffs’ de guitarra y la euforia de los asistentes, que pronto olvidaron la espera de más de una hora extra bajo el sol abrasador de la capital.
Pero pronto llegaría más calor. Las llamas, un elemento distintivo de los conciertos de Rammstein, comenzaron poco después a bailar al ritmo de la música, con columnas de fuego que se alzaban desde el escenario y las torres situadas a ambos lados de la pista, acompañando, nota a nota, algunos de los grandes éxitos del grupo :’Bestrafe mich’, ‘Giftig’. y ‘Puppe’ sirvieron para caldear el ambiente, donde reinaba un estado de excitación y devoción constantes. Fue sin embargo, y justo después, cuando llegamos a la mejor parte del concierto.
Rammstein tuvo tiempo de jugar con el tecno en ‘Deutschland’ –con un remix de Richard Z. Kruspe y un espectáculo de baile lumínico del resto de la banda– y de poner en marcha algunos de sus actos teatrales –como la aparición de un carrito de bebé gigante que pasó de arder a expulsar confeti o el caldero gigante que Till incendió con Flake dentro sobre el escenario– antes de dar paso a sus dos himnos. Primero ‘Du Hast’, que fue de menos a más (finalizando con una explosión de fuegos artificiales) y después ‘Sonne’, con un espectacular despliegue de llamaradas.
Después de un ‘encore’ que incluyó una versión en acústico de ‘Engel’, Rammstein emprendió la recta final del concierto, que terminó superando las dos horas de duración. ‘Du riechst so gut’, ‘Ich will’, ‘Rammstein’ y ‘Adieu’ sonaron de forma atronadora en el Metropolitano, que sólo comenzó a vaciarse pasada la media noche.
Una noche, que si bien estuvo algo empañada por los sentimientos encontrados ante la polémica alrededor de la banda y por la poca interacción del grupo (que a veces se mostró a medio gas) con el público, volvió a evidenciar que Rammstein siguen siendo unos auténticos titanes del metal. Ver a la banda en directo, con un ‘show’ descomunal donde todo está orquestado a la perfección, es una de esas experiencias únicas que quedan grabadas en la retina y que permanecen en la memoria durante mucho tiempo. El tiempo dirá, también, qué ocurre con el grupo y su vocalista después de esta gira de estadios, que finalizará el próximo mes de agosto, en Bruselas.