Durante más de 20 años, el Primavera Sound se ha establecido poco a poco como una marca de renombre en el circuito de festivales internacional. Un cartel lleno de artistas punteros (y emergentes), una propuesta sólida y una organización bastante decente han hecho que la marca se extienda fuera de Barcelona, con citas fuera de la península como Buenos Aires. Sin embargo, este año han decidido apostar por nuestro país de nuevo, con una cita que tenía que suceder en algún momento, como era el caso de Madrid. Más concretamente en Arganda del Rey, con un acceso algo complicado pero una magnitud perfecta para el evento. Pese a las promesas y todas las buenas intenciones por parte de la organización, las cosas no empezaron bien.
Y es que el primer día, jueves 8 de junio, prometía mucho con Blur, New Order y Halsey entre sus grandes propuestas. Pero no pudo ser por las lluvias de los últimos días, y el recinto no estaba en condiciones para recibir a los asistentes. El miércoles nos enterábamos por redes que se había hecho todo lo posible, y aun así no era viable abrir la Ciudad del Rock al día siguiente. A las pocas horas empezaron a surgir vídeos de trabajadores que mostraban un estado lamentable de las instalaciones, necesitando claramente una jornada para poder solucionar y salvar el viernes y el sábado. Al menos, a media mañana del jueves nos llegó una magnífica noticia: rescate de Blur en la Sala La Riviera. Un lugar único para ver una banda de estas características, que no suele tocar en espacios reducidos. Por suerte pudimos tener acceso, y aquello supuso un buen remedio frente al resto de artistas que no pudimos ver. Damon Albarn y compañía estuvieron increíbles, destacando en canciones míticas como Parklife o The Universal, y brillando como nunca con The Narcissist, el primer single de su nuevo disco que muchos coreaban (y la banda estaba encantadísima por ello).
Viernes 9 de junio
Finalmente llegaba el viernes, y con él la primera jornada del festival (aunque debería haber sido la segunda). El acceso en un principio fue difícil, con retenciones a la entrada del recinto tanto en buses lanzadera como en coche, que era nuestro caso. Al poder acceder, nos encontramos con el final de Japanese Breakfast, que no estuvo nada mal para empezar la tarde. En condiciones ya pudimos a ver a Mars Volta, una de las propuestas únicas de la versión madrileña en comparación a la barcelonesa. Pese a algún problema mínimo de sonido, dieron un bolo bastante correcto, acorde a una hora en la que todavía el público no estaba muy arriba, con muchos todavía explorando las instalaciones. El plato fuerte vino con Depeche Mode, que supo dar un show increíble pese a que los años que llevan en activo. Tardaron media hora más en salir (por aguardar a todos los rezagados que intentaban entrar al festival) pero la espera mereció la pena. Nada más empezar ya nos dejaron con un demoledor Walking on My Shoes, sumando hits míticos al final con Just Can’t Get Enough, Enjoy the Silence o Personal Jesus, añadiendo una dedicatoria muy especial en World in My Eyes a su compañero fallecido Andrew Fletcher.
Después de esto la noche llegó, y debido al retraso del concierto anterior muy seguidamente en el escenario contiguo aparecía Kendrick Lamar para ofrecer un show en toda regla. Al igual que en Barcelona, no era un bolo tan dedicado a su último álbum Mr. Morale & The Big Steppers, y estaba más centrado en una compilación de muchas canciones de su carrera. Lamentablemente, la puesta en escena era más simple, con una serie de pancartas gigantes de tela con distintas ilustraciones en vez de ofrecer una producción tan apabullante como la vista en otros conciertos recientes. Sin embargo, el público estaba completamente arriba y tuvimos la oportunidad de vivir aquello desde dentro. La aparición de Baby Keen en family ties, Money Trees o LOYALTY fueron algunos grandes momentos, con una duración que satisfacía completamente las ganas del artista en España, que llevaba siete años sin pisar nuestras tierras. A esta locura que ya quitó el disgusto del día anterior, siguió fred again…, en una sesión super especial, muy personal y llena de personalidad. Unos mashups inteligentes, incluyendo Chanel de Frank Ocean, encandilaron totalmente a una audiencia que en mayor o menor intensidad disfrutó atentamente de cada genialidad. Sin duda fue una de las actuaciones para el recuerdo de todo el evento.
La locura electrónica continuó en poco tiempo (los intervalos entre conciertos en los escenarios principales fueron prácticamente eliminados) con la actuación de Skrillex. Otra sesión que no dio descanso con fuego, humo, láseres que llegaban al infinito y un repertorio lleno de temazos de toda su discografía, con algún que otro mix absurdamente sorprendente (empezó pinchando Volando Voy de Camarón de la Isla, muy surrealista). Finalmente decidimos acabar con un poco de Unwound (que giraban después de muchísimo tiempo) y rematamos con Lebanon Hanover. Los alemanes manejaron una gran performance en directo, con un darkwave/post-punk soberbio y lleno de matices.
Sábado 10 de junio
Empezamos el día llegando tranquilos para Wednesday: los atascos a la entrada se habían solucionado. En cuanto a la banda, fue un verdadero espectáculo para ser tan temprano. La vocalista desprendía una energía brutal, una técnica vocal increíble, y el resto de integrantes acompañaban perfectamente a una serie de melodías que jugueteaban con el grunge/country de forma muy acertada. Esperamos que poco a poco se hagan más conocidos en el panorama internacional, porque se lo merecen. Seguidamente vimos a una de esas bandas míticas por una única canción, como es el caso de Surf Curse y su tan viral Freaks. Era inevitable que algunos sectores del público se marcharan tras ver esta canción en directo, pero los estadounidenses tienen una gran discografía a sus espaldas y Nick Rattigan demostró ser un virtuoso batería y vocalista, dando una actuación para el recuerdo.
Con el atardecer aproximándose, decidimos acercarnos a la propuesta de Sevdaliza. La mezcla de canciones/sesión de DJ y su energía en el escenario sorprendió a los curiosos que se acercaban, aunque se podía apreciar que muchos ya se encontraban allí desde primera hora para ver desde muy cerca a Rosalía. Tras esta actuación (en la que pudimos apreciar lo espacioso que era el recinto y lo cómodo que era el césped artificial) fuimos a la cita con Julian Casablancas y su banda The Voidz. Con poco ya nos tuvo a todos atrapados gracias a esa voz tan mítica, y los temas no se quedaron atrás, incluyendo desde las más antiguas a la tan reciente Prophecy of the Dragon. La jornada continuó con un poquito de St Vincent (que lamentamos no haber visto mucho, porque era una reina sobre el escenario) y dimos paso a Caroline Polacheck. Pese a que comentaba que había estado sin voz hasta el día anterior, dio una actuación increíble, con una confianza plena en su nuevo disco, Desire, I Want To Turn Into You. Lamentablemente, el público no acompañaba mucho, pues el plato más fuerte de la noche estaba por llegar.
Tras la triste cancelación de Death Grips por motivos de salud, pudimos apreciar la locura fan de Måneskin (y todas las canciones que ya tienen desde su exitoso Eurovisión) y acudir a, cómo no, Rosalía. Ha sido titular eso de que “dio un concierto de baja intensidad”, pero opinamos todo lo contrario. La catalana demostró que domina a las masas, y bastaba con ver las pantallas gigantes de los escenarios para observar que todo lo que estábamos viendo era como un videoclip en vivo, completamente medido al dedillo y de una calidad inigualable. Además la setlist no incluía solo temas de MOTOMAMI, con alguna aparición estelar como el ya mítico Malamente. Acabamos el evento con un poco de Charlotte de Witte, para comprobar cómo era ese techno oscuro que tanto da que hablar. Por desgracia, el escenario colindante con Overmono solapaba algo el sonido, pero situándose lo suficientemente cerca podíamos disfrutar de una sesión que pocas veces se pueden presenciar en festivales de nuestro país.
Saliendo del recinto pudimos ver acabando a Los Ganglios, pero la tragedia que tanto ha sido criticada por redes se acercaba: mínimo dos horas de cola en terreno en medio de la nada para volver a Madrid. No sabemos si fueron problemas de logística, si los buses lanzadera no tenían el ritmo indicado o si había una saturación de asistentes saliendo a la misma hora, pero es indiscutible que Arganda del Rey no hubiera sido capaz de movilizar a tanta gente de vuelta si se hubiera llenado más el aforo (que por suerte estaba a poco más de la mitad en ambos días). Conseguimos salir finalmente con bus a Arganda del Rey + combinación con metro, dejando un sabor agridulce a lo que había sido toda una jornada más que disfrutable.
Y eso fue todo del Primavera Sound Madrid, un festival que frente a su hermano mayor empieza atropelladamente, y con algunos problemas a solucionar. Ha quedado demostrado que las instalaciones no están nada mal, pero la conexión con Madrid con un evento tan masificado no es la idónea. Esperamos que de cara a la próxima edición haya cambios para que esto mejore, porque por lo demás hay que felicitar el salir del paso de la organización. En el recinto se estaba muy cómodo, no había colas en barras y los conciertos tuvieron un sonido muy bueno la mayoría, así que sólo falta pulir estas asperezas para que tengamos un festival mejor valorado, acorde a años y años de ediciones legendarias. Seguro que con un poco de esfuerzo lo consiguen.