En la noche del pasado jueves 20 de abril, el australiano hizo vibrar La Riviera a través de un viaje musical cargado de sensaciones, mucho acústico y un público tan entregado en las primeras filas como en los últimos rincones de la mítica sala. Enmarcado en su gira mundial In Our Sweet Time, el concierto trajo de vuelta a la capital al artista, que llevaba sin subirse a los escenarios madrileños desde 2019.
Con los primeros acordes de Missing Piece, la energía de Vance Joy comenzó a desbordarse por cada rincón de la sala, en una especie de torbellino emocional que poco tardó en contagiar a los asistentes. El ritmo se siguió acelerando con Mess is Mine, lanzada a mediados de 2014 (el año en que debutó con Dream Your Life Away), y después de ella llegó el turno para Don’t Fade y Clarity.
La primera −enmarcada dentro de su cuarto y más reciente álbum de estudio− logró que el público de La Riviera encendiera sus linternas y se dejara llevar por una melodía tan cálida como representativa del estilo de Vance Joy. En la segunda, el protagonismo fue indiscutiblemente para el saxofón de Adrián Cruce, que acompañó en el escenario al teclado de Chris Mulhall y la guitarra eléctrica de Will Morrissey. También quedó hueco, entre temas, para la melancolía noctívaga de Red Eye, uno de los primeros singles del originario de Melbourne.
Las luces de La Riviera se hicieron más tenues con Saturday Sun, From Afar y I’m With You, tres temas de ritmo relajado que contribuyeron a crear, en la noche del pasado jueves, una atmósfera emotiva y envolvente de la que nadie parecía querer escapar. Looking At Me Like That y Fire and the Flood dieron el toque pop al concierto, confirmando la versatilidad del artista a la hora de mezclar letras profundas y melodías pegadizas.
En cualquier caso, la noche no fue solo una sucesión de éxitos de su repertorio, sino que también incluyó sorpresas en forma de covers: los acordes de Gimme Gimme, original de ABBA, y Hung Up, uno de los himnos madonnianos por excelencia, se colaron en el setlist con dos versiones que hicieron vibrar con entusiasmo al público madrileño.
En algún momento del concierto, el folkie guio a su público en un estimulante viaje por las calles de Barcelona, la costa mediterránea y las montañas de los Pirineos. James Keogh compuso Catalonia en 2020, cuando se fue a vivir a Barcelona junto a su pareja en medio de la pandemia. Durante ese tiempo, se dedicó a escribir canciones a través de Zoom junto a su productor, Joel Little, y cuando quiso darse cuenta ya tenía entre manos un álbum con ocho títulos en su interior. Muchos de ellos tuvimos la suerte de escucharlos desde Madrid −y un par de días después, desde la ciudad que con tanto cariño acogió al cantante hace más de dos años.
El recorrido por los lugares que han marcado su vida continuó con Georgia, una oda a la añoranza y el amor perdido que, por medio de esa suavidad acústica que tanto caracteriza al artista, logró detener el tiempo por unos instantes en los alrededores del río Manzanares. Mientras tanto, unos coreaban, otros se aseguraban de capturar el momento, y quienes acudían acompañados se fundían en un abrazo con sus seres queridos. Un ambiente mágico e irrepetible en La Riviera que, lejos de relajar la expectación de la sala, dio paso al pequeño tesoro que Vance Joy lleva consigo desde hace más de una década… Y que comparte con su público cada vez que tiene ocasión.
Ukelele en mano, al australiano le bastó tocar un par de notas para conseguir que cientos de personas se lanzaran a bailar y cantar los versos de Riptide. El momento más esperado de la noche cumplió con creces las expectativas de los allí presentes, que no pudieron resistirse a entonar el estribillo de aquel smash hit que hasta Taylor Swift −de la que, por cierto, el australiano fue telonero− quiso versionar allá por 2014. Se acercaban las diez de la noche, La Riviera se había convertido en un hervidero de emociones, y nadie quería dejar de «correr a contracorriente».
Al día siguiente, sin embargo, les esperaban en Barcelona, y la banda tuvo que poner el broche final a su actuación con Lay It On Me. La decimoquinta canción del repertorio sonó con una intensidad especial, como si fuera el epílogo de un viaje que los madrileños recordarán con satisfacción. Y así, bajo un impresionante espectáculo de luces que bailaban al ritmo de las ovaciones, Vance Joy se despidió de la capital recordándonos, sin apenas esfuerzo, por qué en su día escogió aquel apellido artístico que tanto le define como artista.
Fotos Madrid: Esperanza Duarte Manzano