Nunca me acostumbraré a esto”, decía El Kanka mientras veía con sus propios ojos cómo reunía por segunda vez en su carrera a miles de personas en el Wizink Center madrileño. Un hito que muy pocos de los que se dedican a esto de la música podrá contar de aquí a unos años, cuando vengan a la mente los recuerdos de aquellas noches mágicas que se quedan en la memoria. La del sábado fue una de ellas. Lo fue por todo: por la emoción, por el afecto y por ese sentimiento de alegría y satisfacción que se veía en los rostros de los artistas que poblaban el escenario del recinto de Goya y en el de los asistentes que bailaban y cantaban al ritmo de sus canciones favoritas.
Para abrir la noche, qué mejor que la actuación de El Jose, ese muchacho granadino que es todo energía y buenas vibraciones. Sin trampa ni cartón. Sus temas transmiten un júbilo y una fiesta constante, lo que se traduce en que da igual cuáles sean las aspiraciones de cada cual durante el concierto. Uno se lo va a pasar bien con total seguridad. “Qué sitio más grande, ehto qué es?”. Sin su característico sombrero, El Jose tuvo la papeleta de ir calentando al personal. Y lo logró con creces. Un camino de sin sudores y mucha dedicación que recuerda al del protagonista de toda esta historia, hasta ir alcanzando poco a poco el estatus merecido.
Fue este último quien, antes de colgarse su guitarra y salir a cantar durante más de dos horas, saliera a interpretar Un solo corazón, la canción que unió a dos artistas que viven por y para la música.”Luego nos vemos”. En los minutos previos a que el malagueño y toda su banda dieran por iniciado el envite, el Wizink Center ya presentaba un aspecto espectacular. Primark significó el punto y final a una primera parte de la noche muy aplaudida. “Seguro que te va a pillar haciendo cola en el Primark…”.
Había ganas de divertirse. Pocos minutos después de la hora programada, los focos se apagaron y los instrumentos volvieron a sonar. Ni qué decir tiene que El Kanka y su gente tocaron prácticamente todo el repertorio de su último trabajo, ‘Cosas de los vivientes’. Al fin y al cabo es lo que toca y se espera cuando se está en una gira de presentación, a pesar del lamento de algunos. El protocolario saludo, ese típico “Buenas noches” que es respondido por un griterío mayúsculo, no llegó hasta después de Eres, cuando ya se había consumido una cuarta parte de la jugada maestra.
Previo a todo eso, llegó uno de los momentos cumbre. El de gritar a los cuatro vientos que no hay que tirar la toalla nunca, por muy mal que se esté. Lo mal que estoy y lo poco que me quejo sirvió precisamente para enganchar definitivamente al público. Mención aparte merece la canción que da nombre al disco que da sentido a toda esta gira: Cosas de los vivientes brilla aún más en directo, cuando la batería y las guitarras suenan a un volumen que nunca hubiera podido ser imaginado por los seguidores más entusiastas del malagueño. Puro deleite.
La sensación de que era la ocasión indicada para que algún que otro invitado hiciera acto de presencia en el Palacio de los Deportes se iba expandiendo cada vez más. No hubo que esperar ni a la mitad de la noche cuando Pedro Pastor interpretara a dúo con El Kanka Por eso canto, a la que siguió una parte acústica con una escenografía que rememoraba el patio de una casa andaluza en una noche de verano. Sillas en corro, micrófonos a la altura de la cintura y a disfrutar. Canción de adiós o Guapos y guapas, entre otras, llenaron esa parte del setlist en la que el técnico de sonido puede estar más relajado.
Y, si previamente se cantó por no rendirse pese a las adversidades, tenía que llegar ese momento de desgañitarse al ritmo de Qué bello es vivir. “Disfruto cada segundo y cada segundo que viene, cuando pienso que disfruto más disfruto, es lo que tiene…”. Sin oportunidad para la calma, Jorge Drexler apareció por sorpresa por los entresijos del escenario. El cantautor uruguayo fue el encargado de cantar Por tu olor en medio de innumerables muestras de agradecimiento de todos los presentes. El optimismo y la esperanza continúo con Volar, la cual fue coreada de principio a fin.
Todo tiene que tener un final. Aunque el reloj avance tan rápido que no se tenga en consideración, si bien todavía faltaba recordar que da igual si no combinan las cortinas con las entretelas con tal de estar al lado de esa persona especial. “Yo venía de visita y me quedé…”. No se dice suerte, con El Jose y Guada sobre las tablas cerró una noche de recuerdos imborrables. Otra más de este músico malagueño que un día soñaba con instaurar una sonrisa perdurable en el tiempo a todos y a cada uno de los que acudieran a sus conciertos. Y vaya si lo ha logrado. Porque sí, porque todo vale la pena cuando sube el telón.
Reportaje fotográfico: @espe_dm