Paula y Adriana están viviendo un peak en sus vidas de actrices donde la música ha irrumpido en cuestión de meses, tiempo en el que han publicado un EP y llevado a los escenarios de diferentes ciudades su proyecto
Desde Recovery Magazine nos sentamos con ellas para analizar la conexión entre sus inicios, ligados al mundo de la actuación, los resquicios de himnos clásicos en la música actual y un futuro merecidísimamente prometedor.
Empezáis vuestras andaduras en abril de este año fichando por una de las discográficas y agencias más reconocidas a nivel nacional, Elefant Records. ¿Qué fue lo que creéis que les llamó la atención, cuál es vuestro ingrediente secreto?
Como somos muy preguntonas esto ya se lo quisimos preguntar en su momento cuando estábamos flipando al estar recibiendo correos de semejante sello pidiéndonos escuchar más canciones. Al parecer tenemos un sonido que suena a que hacemos lo que nos da la gana. Creemos que es algo que va muy ligado con nuestra personalidad, nos gusta hacer lo que nos gusta hacer; Pipiolas en ningún momento se planteó como un grupo de música sino como una excusa o espacio propio para divertirnos y hacer los que quisiéramos. Por eso le dedicamos el mismo tiempo a los videoclips, promociones o incluso las redes sociales; va absolutamente todo de la mano.
Debutáis con “Narciso”, que narra vuestras experiencias con personas, valga la redundancia, narcisistas. Esto, sumado al hecho de que ambas sois actrices, puede dar lugar a composiciones explosivas y muy expresivas. ¿Cómo creéis que el amor (y cualquier tipo de relación) puede alterar la forma en la que se compone?
Paula: He de decir que me da miedo ese momento en el que me enamore profundamente porque compositivamente no sé cómo voy a ser. Me siento muy cómoda en el asiento este con forma de corazón roto. “Narciso” y muchas otras primeras canciones se empiezan a escribir por una necesidad de encontrar el canal para expresar cómo me estaba sintiendo, que era realmente jodida. Y no sólo en el ámbito amoroso y romántico: para mí el amor está en todas partes, somos seres que buscamos amar y ser amados constantemente por mucho que ahora parezca que hemos evolucionado al renegar de ello. A mí me parece antinatural hacer eso, ignorar ese instinto primario; haría una analogía con la novela “1984” que me marcó mucho. El arte no es útil, pero es completamente necesario para sobrevivir. Exactamente igual que el amor. Respondiendo a tu pregunta… Sí, el amor lo altera todo.
Adriana: A mi me gusta mucho esa típica frase de “donde duele inspira” y el hecho de poder aplicarse tanto al amor como a cualquier otra materia. Y no lo veo sólo desde la perspectiva de sufrir para poder crear, pero es verdad que esa intensidad en las emociones nos permite ahondar en cosas que normalmente pasamos por encima. ¡Cuando tienes catarro y respiras mal es cuando de verdad aprecias lo estupendo que es poder hacerlo sin dificultad! Por supuesto que el amor altera la manera de crear en general. Al final es la pulsión mayor y más humana que existe. Es el eterno late motiv del artista. Estamos en la búsqueda constante de qué es, qué forma tiene y qué supone para el ser humano, y creo que es interesante no dejar de buscarlo. Al final es algo que sobre todo en este tiempo se redefine y amplía cada vez más, también desde un punto de vista positivo. Amar mucho, muy bien y de manera sana también duele, porque supone ser vulnerables en el mayor sentido de la palabra. ¡Amar fuerte es de valientes!
Parece que os habéis inspirado en Madrid, la ciudad que poco a poco os está viendo crecer, sobre todo para “Club de los 27” y mencionáis a clásicos como “Wonderwall” de Oasis, “Do I Wanna Know” de Arctic Monkeys o escenarios míticos como la sala El Sol de Madrid. ¿De qué manera creéis que la modernidad y el siglo XXI influencia vuestra forma de hacer música? La gente se basa en experiencias personales para escribir, pero parece que vosotras vais mucho más allá. ¿Con ese “Viva Wonderwall” estáis dando a entender que preferís más los clásicos o sois más de la música de ahora?
No diríamos que el siglo XXI es algo moderno; realmente parece más una continua búsqueda en las referencias vintages para encontrar tu propia identidad; en sí como los propios modernos. Claro que nos influye nuestro presente, pero de modernos tenemos poco, no estamos inventando nada. “Viva Wonderwall” es la forma de decir el asco que nos da renegar de los clásicos porque te hacen ser más interesante; es la contraposición al moderno de turno diciendo que asco nos da el renegar de los clásicos porque eso nos hace ser más interesantes, es la contraposición total al moderno de turno preguntándote si te gusta Oasis, diciéndote que “qué típico” y acto seguido obligándote a decirle tres canciones suyas. Disculpe, wannabe, pero “Wonderwall” es típica porque es un temazo y porque une a masas de más de 20.000 personas gritándola a pleno pulmón.
Hablando de los clásicos y la nostalgia que muchas cosas de esa categoría llevan implícitas, a finales de mayo versionáis “What Dreams Are Made Of” de Lizzie McGuire. Este show ha representado vuestra infancia y la de una generación entera, pero también forma parte de la horda de otras series icónicas como “Raven”, “Hannah Montana” o “El príncipe de Bel Air” – ¿Qué tiene Lizzie que no tiene el resto para haberos llevado a hacer vuestra propia versión?
Haber hecho la versión de cualquier canción de Hannah Montana habría sido una autogozada también, pero sí que es verdad que la película de Lizzie es muy significativa; sobre todo por ese final en donde (atención spoiler) están ella y su gemela italiana mano a mano haciendo justicia poética contra Paolo vestidas con esos trajes épicos en el coliseo. Todas en nuestra adolescencia hemos soñado con vivir esa movida, y esa canción resume bastante una era Disney dosmilera, no existe una más redonda ni más significativa.
2022 ha sido el año de vuestro boom: un EP, varios conciertos dentro y fuera de la capital, abriendo para bandas como La Casa Azul, este 29 de octubre para Ginebras en La Riviera y un día antes dentro del ciclo RADAR JOVEN de la Comunidad de Madrid este 28 de octubre. ¿Cómo afrontáis este concierto? Cada vez se apuesta más por la visibilidad de bandas más pequeñas en formatos más íntimos. ¿Hay alguna banda o artista dentro de RADAR JOVEN que queráis recomendar, o alguna canción suya? ¿Y un nombre que no esté dentro del ciclo pero que queráis enseñar al mundo?
¡Los afrontamos con unas ganas enormes! No hay nervios, hay mariposas. Somos plenamente conscientes de lo rápido que está yendo todo para nosotras y que no es lo normal, pero nos sentimos muy preparadas. Tiene que ver que llevamos años subidas en las escenarios, ya que venimos del teatro y de la danza, entonces aunque estemos viviendo cosas muy nuevas, las afrontamos muy seguras y con ganas de pasarlo en grande. Estamos living con el ciclo de RADAR JOVEN, ya era hora de que se pusiese el foco algo más en la cultura del directo, aunque queda mucho por hacer y nunca es suficiente, ¡pero es muy guay que por cuatro perras tengas todas las salas mitiquísimas de Madrid ofreciendo conciertos chulísimos con gente muy talentosa!
Tenemos muchas ganas de ir al concierto de Las Dianas en la Maravillas o al de Grande Amore en La Palma. Es que es una oportunidad genial para descubrir a grupos increíbles. Luego claro, hay otros grupos que no están dentro del ciclo porque sería imposible agruparnos a todos y porque muchos es que ya la están petando, como La Paloma, que son el grupo con las mejores guitarras del panorama actual sin duda alguna; también Rebe nos flipa, ¡estamos deseando verla en directo porque lleva un show muy distinto!
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En directo, además de ser vosotras dos os habéis rodeado de muy buenos músicos: Álvaro Ángel a la batería, Philip Sauwerwald a la guitarra y Marina Hurtado al bajo, además de Pablo Rodríguez (Vau Boy) a la producción. ¿De qué forma completa cada uno lo que es Pipiolas encima y debajo de los escenarios?
Nuestra banda, además de buenos músicos, son sobre todo gente de la que nos fiamos y con quien nos lo pasamos bien. Creemos que es algo fundamental para que sea un equipo de trabajo que funciona. Es gente que confía en nosotras y en nuestro proyecto y que a su vez, aportan y apoyan según esto va creciendo. La figura de Pablo ha sido fundamental a la hora de crear Pipiolas y el sonido que nos define. Es el Mago de Oz entendiendo qué queremos hacer y haciéndolo posible. Nuestra banda fue formándose con gente que de verdad quería colaborar con nostras en la aventura. Siempre destacamos que Marina aprendió a tocar el bajo por Pipiolas, y me parece que no hay mayor regalazo que alguien que se atreva a probar cosas nuevas por hacerlo contigo. Philip cada vez colabora mas en la definición de las canciones y Álvaro es una pieza con la que la banda no sonaría ni funcionaría como lo hace. ¡Siempre decimos que más que de la claqueta que llevamos en los in-ears preferimos mirar a Álvaro! Si vamos con él, vamos bien.
Agrupáis vuestros cuatro primeros singles en el EP “El verano que me debes”, ¿creéis en la inmediatez de la música y la sociedad, que ahora raramente se para a escuchar un disco? ¿Qué será de vosotras musicalmente en 2023, tendremos por fin un album debut o es algo peligroso de sacar en los tiempos que corren para la música, por miedo a ser olvidado o no tan inmediato como puede ser un single?
Si que es verdad que ahora cada vez es todo más inmediato, pero también por consecuencia se crea esta sensación de casa y seguridad cuando encuentras un grupo o artista que te gusta, y es que confías en ello. Y eso crea una forma de seguir los proyectos más peligrosa, pero también más fiel. Y respecto al peligro que supone sacar música, es que es lo bonito de todo esto. Creemos que esto siempre se tiene que hacer por el deseo de comunicar algo, no solo por cuánto éxito vaya a traerte. Hay que atreverse a sacar cosas, a que puedan funcionar muy bien o no hacerlo en absoluto. Ahí es donde está lo interesante de la música y el arte en general. En que somos gente arriesgándonos y mostrándonos por dentro, y a la vez eso mismo es lo que hace que la gente conecte contigo. Si fuésemos un producto perfecto y sin una sola fisura seguramente no resultaría interesante.