El ser humano es egoísta por naturaleza. Dicen que la felicidad es doble cuando se comparte, pero… ¿a quién no le gustaría quedarse para sí mismo un tesoro recién descubierto? ¿Preferirías quedarte con todo el dinero de un premio de lotería o tener que repartirlo entre desconocidos? Si descubrieses un lugar maravilloso… ¿te gustaría que otras personas lo ocupasen? Con la música -y con cualquier otro arte- a veces sucede lo mismo. El fenómeno ‘gatekeeping’ lleva años viviendo entre los fans de muchos grupos o artistas, especialmente de la escena más heavy, que ven con cierto recelo que sus músicos favoritos alcancen el éxito comercial y se hagan populares, perdiendo así el ‘control’ sobre ellos. Que lleguen a la corriente mainstream, en definitiva, y que comiencen a ganar seguidores nuevos fuera de sus límites.
Los ‘gatekeepers’ del género suelen creerse con derecho a decidir quién puede escuchar algo, quién es un fan digno y quién no de ciertas cosas, presumen de conocer a bandas y a artistas antes que nadie y en su misión de acapararlos y protegerlos del mundo exterior, suelen desconfiar -y mirar por encima del hombro- a nuevos adeptos. Puedes identificarlos en vivo, -son esas personas que te preguntan si conoces a un grupo cuando ven que llevas su camiseta puesta, por ejemplo- pero también en redes sociales, lanzando mensajes negativos sobre ciertas actuaciones o anuncios musicales.
Pasó, por ejemplo, cuando Bring Me The Horizon anunció que Lorna Shore serían los teloneros de su gira europea (que finalmente se pospuso). En aquella ocasión, los fans más conservadores criticaron la presencia en el cartel del grupo de deathcore (al que algunos acusaron de venderse), asegurando que los conciertos estarían llenos de gente con preferencias ‘pop’ que no disfrutarían del sonido y que arruinarían la experiencia. Y ha vuelto a pasar ahora, otra vez, a raíz de la actuación en los premios Brit de Bring Me The Horizon con nada menos que Ed Sheeran. En esta ocasión, muchos fans del grupo inglés no han visto con buenos ojos que Oliver Sykes y compañía hayan cantado una canción pop en televisión, en horario de máxima audiencia, ante miles y miles de personas. ¿Por qué?
Reconozco que mi primera reacción al ver al grupo de metal en el escenario con Sheeran fue decir en alto ‘what the fuck’. Luego pensé en cuántos fans ‘poperos’ se subirían al carro de Bring Me The Horizon tras la actuación y por último, me metí en Twitter para compartir un par de memes que se reían de la situación. Después, reflexioné un poco más. Ser egoísta y querer proteger lo que a uno le gusta -en este caso, de oídos ajenos- es natural.
Pero también tiene que ser natural, después, alegrarse al comprobar que esa banda que tanto se quiere guardar en un cofre con llave se hace famosa -famosísima-, que madura, que empieza a tener el reconocimiento que siempre ha merecido y que comienza a ganar más y más fans, teniendo así la posibilidad de llenar estadios, hacer giras internacionales y cumplir sus sueños. ¿No debería ser ese el objetivo número 1 de toda banda? ¿No deberíamos estar contentos por ellos?
¿No debería ser algo bueno que los grupos crezcan y que su música se expanda más allá de los límites que marcaron en sus inicios? ¿Por qué ver como algo negativo la popularidad o el cambio? ¿No sueñan todos los grupos con ser lo más famosos posibles? Que Bring Me The Horizon haya tocado con Ed Sheeran, que cuenta con casi 40 millones de seguidores en Instagram, es una buenísima noticia para el grupo de Sheffield.
También lo es para el heavy metal, para el rock y para todas las bandas emergentes de estos estilos que ahora mismo se abren camino con dificultades y necesitan una mayor audiencia para sobrevivir. Significa que hoy cerca de 40 millones de personas pueden interesarse por ese grupo de ‘metal’ que ayer tocó ‘Bad Habits’. Significa que la música más pesada -relegada a un segundo plano durante años- vuelve a estar de moda. Que vuelve a tener una presencia importante en la industria -que la propone para que suene en televisión- que vuelve a tener potencial para conquistar a los oyentes de todo el mundo y, en definitiva, que se está escuchando cada vez más y más. ¿Qué hay de malo en que la voz de Oliver Sykes suene al lado de la del artista pop más famoso del mundo, si esto va a ayudarle profesionalmente? ¿Qué hay de malo en lo ‘mainstream’?
Maneskin -con su victoria en Eurovisión al grito de ‘Rock & Roll is back’-, la popularidad creciente de grupos alternativos como Blind Channel, Imminence, Spiritbox o Bad Omens- la vuelta del sonido duro a bandas de estadio más ‘light’ como Muse o el hecho de que Bring Me The Horizon vaya a ser cabeza de cartel del famosísimo Reading Festival solo ponen de manifiesto que la escena ‘heavy’ está más viva que nunca y que hacer ‘gatekeeping’ no sirve de nada ni es bueno para sus intereses, si se quiere que sobreviva.
Seguramente la música ‘heavy’ (en su concepción más amplia) nunca domine las listas de hits de las radios ni consiga las cifras de Ed Sheeran (su canción ‘Perfect’ ha sido reproducida más de 3 billones de veces en Youtube, por ejemplo), pero cada vez tiene más fans. Se escucha más, ya suena con frecuencia en televisión, cuenta con espacio en galas, festivales y concursos, es capaz de llenar estadios y sí, también inunda Tik Tok y conquista a gente de todas las edades -adolescentes incluidos-, aficionada a otros géneros. Y esto es una buenísima noticia, a pesar de que haya a quien le parezca lo contrario.