Valdivia – o Irene – es una de esas artistas que encuentras sin buscarla. Que aparece de repente. Que te llega sin quererlo. Ella pertenece a ese grupo de músicos que no necesita hacer ruido para generar un gran eco en tu cuerpo y en tu mente.
A lo largo de estos años, hemos podido escuchar algunos trabajos de la cantautora, bien con el aspecto de versiones de famosos temas a los que cambia por completo su perspectiva o bien componiendo sus propias obras. Ambas formas de expresión son igual de efectivas cumpliendo su objetivo: que te pares a escuchar.
Después de una calmada y lenta cocción y siguiendo este estilo de composición tan característico de la cantante – con la colaboración de Ordesa y la producción de Junnio -, la compositora madrileña nos regala este EP debut. Esta obra de siete temas que se mueven entre los sesenta segundos y los cuatro minutos de duración, toma el papel de una pequeña pausa en el camino para hacer frente a sus heridas y a las nuestras.
Ayuno es el nombre que recibe el primer corte de esta pequeña evasión de la realidad. En dos minutos de canción encontramos algunos de los principales elementos de los que Valdivia hace uso para crear estos entornos sonoros: una guitarra acompañada muy puntualmente por las notas de un segundo instrumento de cuerda y un ambiente calmado compuesto por suaves sonidos que llenan cada segundo, construyéndose unos sobre otros. Sin embargo, en un acto atrevido y desafiante, Irene no muestra su mejor arma: la voz. Lo que bien podría usarse como un interludio en un disco de larga duración, se convierte en la puerta de entrada a este mundo suyo mientras nos prepara para lo que viene.
Esta atmósfera continúa en los primeros treinta segundos de Escala de Grises, justo antes de que despierte. Su primer verso, «El cielo volverá a salir, aunque no sepa mirarlo», se hace aún más afilado pensando en estos meses que hemos pasado sin ver el azul de arriba.
En este tema la cantante comienza a introducir esas segundas voces tan características suyas, a veces con forma de pequeños ecos y otras con el papel de grandes coros. Lo más bonito y sorprendente de esta canción llega hacia el final, cuando parece desatar todo lo que tenía guardado y su voz se mezcla con un sonido envolvente que se extiende en todas las direcciones posibles.
Mentalizados ya de lo que estamos escuchando, Lejos llega y con ella una de las letras más duras que puedes escuchar. Valdivia juega continuamente con diferentes figuras literarias a lo largo de sus temas para envolver sus letras, pero, a veces, es necesario decir las cosas directamente. En este corte, el verso «Y lo siento si te miento, pero tienes que salvarte tú» es un perfecto ejemplo de ello.
Este vaivén sonoro en las estructuras de las canciones también se aprecia en este tema, donde guitarra y voz se cubren de pequeñas capas de producción que terminan de abrir oídos y heridas.
Y si hablamos de heridas, muchas siguen abiertas con 0. Este pequeño tema de poco más de un minuto de duración se apoya en el sonido de los dedos de Irene recorriendo los trastes de la guitarra para que la cantante lance su pequeño gran mensaje en el que exclama a todos nuestros oídos que, aunque estemos perdidos, seguimos siendo nosotros mismos.
Con Lux comienza la segunda parte del EP. Mucho más directa desde el principio, la energía sube un poco de nivel, pero manteniendo la cohesión con lo escuchado previamente. En esta ocasión, la espina que se arranca habla sobre el miedo a avanzar, a arriesgarse, a salir. Sobre el miedo a querer.
Reactivamos piel y nervios con Desidia, aquel corte que nos enseñó hace unos meses. Uno de los temas recurrentes de la obra de la cantautora es el sentirse perdida en una vida que no entiendes. Versos como «buscar el alma en esta sensación» o «como no sé quién soy, no me dejan entrar» son algunas muestras de cómo podemos llegar a sentirnos en un momento así. El tema más largo del disco, con algo más de cuatro minutos de duración es una composición sencilla pero efectiva, delicada y cuidada que se recordará por mucho tiempo.
Sigilo es el nombre que recibe el cierre de esta pequeña pausa en el camino. Todo el miedo, el desamor, la confusión y la sensación de vacío que inquietan a este artista se plasman en este último tema. «Cuando deje de doler, volveremos a perder el miedo» o «Tengo tu puñal clavado con el puño muy cerrado», son algunas de las formas que adquieren todos estos sentimientos que existen dentro su ser. Continuando con la estética sonora del disco, este tema hace uso de todos los registros de voz de Valdivia para guiarnos y poner el broche final en esta última parte del trance.
Valdivia se estrena de manera oficial con este debut rápido de escuchar, pero largo de asimilar. Un conjunto de canciones que se conectan de forma orgánica entre ellas y forman uno de los mejores trabajos en la escena más escondida de la música española de este año.
Esta artista recrea en cada canción un ambiente único donde curarse y parar el mundo. Es imposible no sentirse pequeño escuchándola a la vez que nos vemos reflejados en cada cosa que dice. Porque todos y todas en algún momento preferimos, como dice Irene, vivir en silencio.