The Maine lo ha vuelto a hacer. El 23 de febrero la capital española acogió a la banda de Arizona con los brazos abiertos por tercera vez, este año acompañada de los australianos Stand Atlantic, que se encargaron de abrir su actuación con Lavender Bones, con la que el público se mostró receptivo y con ganas de hacer temblar la Sala Independance.
Aunque lo fuera, aquella no parecía la primera vez de Stand Atlantic en España, que consiguió hacer saltar a más de las 200 personas que se encontraban allí aquella noche; algunas de ellas habían venido exclusivamente para ver a Bonnie Fraser y los suyos. “Creo que está siendo el mejor concierto de toda la gira”, sonreía Fraser ante el público mientras continuaban con canciones de su trabajo más reciente, Skinny Dipping, del que se echaron en falta canciones como Bullfrog o Burn In The Afterthought.
La canción que da nombre a este disco en cuestión se abría paso a medida que el tiempo avanzaba, y con él también lo hacían los seguidores más fieles de la banda telonera, muchos de los cuales se animaron a pasar entre la gente y subir al escenario para luego entregarse de lleno al público con una gran sonrisa sin importar lo que éste pudiera pensar: ellos simplemente disfrutaban de la música. Stand Atlantic viajó a 2017 para interpretar algunos de los temas de su EP Sidewinder, como Chemicals, cantada de principio a fin por ese pequeño elenco de personas entregadas al 100% a Fraser y los suyos. Ésta fue seguida de su sencillo más reciente, Shhh! No iba a ser menos, ya que el público había ido aquella noche con los deberes hechos, y se dejó la garganta durante los tres minutos de canción, para continuar con Hate Me Sometimes, otro de sus sencillos más recientes que vio la luz a finales de 2019.
El as bajo la manga de aquella noche por parte de los australianos fue Lost My Cool, y la guinda del pastel, la prueba definitiva que retó al público a hacer del concierto uno inolvidable, Coffee At Midnight. Esta última canción, de 2017, ha demostrado que la música de Stand Atlantic es capaz de llegar a los rincones más escondidos del país, donde este género aún merece ser más explotado para ganar reconocimiento. Con bandas como esta, todo parece más fácil. Sólo hay que seguir escuchando.
Puntuales como un reloj, los miembros de The Maine aparecían uno a uno entre una ovación que cada año supera a la anterior. El último y más esperado salió al final. John O’Callaghan, frontman del grupo, se abría paso en el pequeño escenario con una sonrisa de oreja a oreja, vestido como el resto de sus compañeros a la guitarra y al bajo, Garrett y Kennedy: con una camisa naranja a rayas y pantalón gris del mismo patrón. El público también había hecho los deberes con The Maine, que empezó a corear el principio de Slip The Noose, dejando a la banda asombrada, que no tuvo más remedio que dejar cantar a sus seguidores antes de estallar con el resto de instrumentos.
My Best Habit logró poner, más aún de lo que ya estaba, al público en pie, que a la vez que saltaba, cantaba el estribillo a pleno pulmón. Like We Did, de su disco Pioneer (2012) y ese punteo tan característico del principio hizo rebuscar entre los recuerdos más profundos del público, que no paró de gritar la letra de manera incansable durante más de cuatro minutos. Pese a ser una de las canciones más antiguas de la banda, si aquello hubiera sido un examen, la Sala Independance hubiera sacado un diez aquella noche. Incluso canciones más antiguas que aquella, como Inside Of You, de 2010, fue coreada una vez más, demostrando que la música de The Maine también ha logrado llegar a los rincones más escondidos de España gracias, en parte, al público de aquella noche.
Recordamos que la última vez que The Maine pisó la capital española fue en 2017 con motivo de su lanzamiento por aquel entonces, Lovely Little Loney, del que pudimos escuchar canciones como Don’t Come Down, Bad Behavior, Lonely o How Do You Feel?
Sin pianos ni guitarras, “When I was a young boy…”, sólo seis palabras saliendo de la boca de O’Callaghan fueron suficientes para desatar la locura del público, que comenzó a corear el estribillo de Welcome To The Black Parade dejándose la garganta. Parecía que querían más. Habían echado de menos a My Chemical Romance después del pequeño hiatus que se tomaron hace más de cinco años, pero 2019 ha sido el año en el que los astros se han alineado y los de Nueva Jersey por fin se han dado una segunda oportunidad. “Suficiente My Chemical Romance por hoy… ¿Hay alguna canción que queráis que cantemos?”, preguntaba John mientras decenas de manos se alzaban, ansiosas por responder su pregunta. Canciones como My Heroin o All The Small Things, originalmente de Blink-182, fueron las afortunadas aquella noche, de las que sólo daba tiempo a interpretar el estribillo. La banda se quedaba sin tiempo, y se hubiera quedado definitivamente sin él con tal de ver al público satisfecho.
Heaven, We’re Already Here. Los violines indicaban el turno de la canción que mejor podía describir aquel momento: cientos de personas viendo a The Maine sin nada más que pedir, sólo que el concierto no se acabara aquella noche. ¿Acaso no era eso el paraíso? Am I Pretty? desató la locura entre el público; el mensaje, relativo a las inseguridades que uno mismo puede tener caló a más de una persona. (Un)Lost, de la misma línea temporal que Am I Pretty? indicaba que el fin del concierto estaba cerca. Dos de las canciones que más significado tienen dentro de la familia 8123 una detrás de otra. ¿Casualidad? No lo creo.
Tears Won’t Cry no hizo justicia al efecto del público; más de una persona se secaba las lágrimas y se abrazaba a sus compañeros, divisando el final del concierto, que no se iba a acabar sin, por supuesto, Black Butterflies and Déjà Vu, la carta de presentación de Lovely Little Lonely, una canción, que, en palabras de su vocalista y compositor, “está dedicada a aquellos momentos, sitios o personas que te dejan sin habla; momentos en los que las palabras no tienen el poder suficiente para describir de forma adecuada lo que estás viviendo”.
Los violines de Numb Without You se disponían a terminar un concierto que para muchos de los allí presentes iba a ser inolvidable. Con ese estribillo pegadizo, la letra y el ritmo, la gente no paró de saltar ni cantar aun sabiendo que en algún momento los focos se iban a encender. Pero no se iban a rendir tan fácilmente. Amablemente y a gritos, el público pidió “una más”, y The Maine acabdonó la sala sin tocar la canción más aclamada de la noche.
Flowers On The Grave cerraba el turno de The Maine, y con él ponía el cerrojo a la Sala Independance, con los nervios a flor de piel por parte del público, dejando ver que este ha sido uno de los conciertos más íntimos de la banda hasta la fecha, tanto por el mensaje que transmite la canción como por la complejidad del disco en sí, y por el que se han embarcado en esta gira tan especial por Europa.
Con este concierto, The Maine se ha coronado como una de las bandas cuya legión de seguidores demuestran tener una conexión especial con los integrantes, que abogan porque la gente sea ella misma, porque encuentren pasiones que realmente les remuevan las entrañas y les hagan hacer cosas, viajes, establecer conexiones, que sólo harían por la música. Por todo esto, The Maine ha demostrado ser música, pero más aún, ha demostrado ser familia y casa.