La Riviera se coronaba este lunes 27 de enero recibiendo con su aforo totalmente completo a una de las bandas británicas más esperadas ya familiarizadas con España: Keane.
Tom Chaplin y su elenco pisaban de nuevo Europa, haciendo parada en Madrid y Barcelona, dos ciudades –de las más de 15 que componen el tour– que se han encargado de abrir la gira por el continente con motivo de su quinto trabajo de estudio, Cause and Effect, nombre que también designa a la gira en cuestión.
El público madrileño echaba de menos a Keane, y es que la última vez que pudimos disfrutar de su directo fue en el festival de Las Noches del Botánico este 2019. Antes de eso, han sido siete años de espera durante los que la banda ha estado trabajando en este nuevo y esperado álbum, que, todo sea dicho, ha sido muy bien recibido. Keane ha sido la estufa perfecta para este frío mes de enero, que con You’re Not Home abrió un concierto durante el que la Riviera no dejó de temblar por los saltos y aplausos que, a petición de Chaplin, no dejaron de cesar ni un minuto.
2012 suena lejos si se dice, pero no si se canta. Day Will Come, de su cuarto disco Strangeland, puso a prueba la memoria de los allí presentes, que, para sorpresa de la banda, se sabían la letra de principio a fin.
Se mantuvieron en esa línea temporal en la que se encuentra Strangeland, y canciones como Silenced By The Night o Disconnected volvieron a estar de moda aquella noche. “¡Hola Madrid! Qué bueno es estar de vuelta aquí. Vamos a repasar la mayor parte de nuestra discografía. ¿Estáis preparados?”, preguntaba Chaplin sin obtener otra respuesta que gritos de alegría y silbidos.
Richard Hughes a la batería daba paso a Better Than This junto a un piano lleno de sintetizadores de la mano de Tim Rice, desembocando así en una canción en la que la voz de Tom Chaplin fue escalando hasta demostrar que, incluso 11 años después de su lanzamiento, su interpretación hoy en día sigue llena de vitalidad a pesar del paso del tiempo.
Phases daba paso a una de las canciones que proyectó la carrera de los británicos hacia arriba: Everybody’s Changing. El roce de la primera tecla del piano desató la locura en La Riviera, que se dejó la voz –especialmente en el estribillo– durante los cuatro minutos de canción: So little time / Try to understand that I’m / Trying to make a move just to stay in the game / I try to stay awake and remember my name / But everybody’s changing and I don’t feel the same…
Las canciones de Keane están ahí para recordar lo potente que es la banda, pero el público hace la mitad del trabajo: “No me imaginaba que seguiríais cantando tan alto”, se sorprendía Chaplin ante las más de mil personas que se habían reunido esa noche.
Bend and Break puso de nuevo a prueba a una Riviera expectante con cada canción que pasaba. Demostró que, incluso en 2004, Keane había llegado a gran parte de los rincones, entre ellos a Madrid. Chase The Night Away, una de las mejores apuestas de Cause And Effect, que si por algo destaca es por la presencia del teclado a lo largo de todo su minutado, relajó un poco el ambiente para continuar con She Has No Time.
Si bien el objetivo de Keane era recorrer toda su discografía, lo consiguió aquella noche, que iba llegando a su fin a medida que una ovación de aplausos cerraba una canción y empezaba otra. A todo esto, la actitud del público era de entrega y devoción hacia Chaplin y los suyos, que, en el medio del escenario, devolvían sonrisas a cada lado de La Riviera, algunas de ellas acompañadas de una púa, alegrando la noche de más de una persona.
Con más de 45 millones de reproducciones en Spotify, ahora se podía escuchar el piano de This Is The Last Time en riguroso directo. La canción que propulsó la carrera de Keane exclusivamente hacia arriba se iba haciendo hueco a la vez que, aparentemente, indicaba el final del concierto: Somewhere Only We Know, el designado himno atemporal y grito de guerra de la banda y los suyos retumbaba en los bafles de la sala, casi camuflados por la voz del público, que actuó como si de un integrante más de Keane se tratase.
Ante los amagos de abandonar la sala, los británicos salieron de nuevo –tras unos minutos a oscuras– entre los focos, a la vez que La Riviera se llenaba una vez más de aplausos y los más despistados se giraban hacia el escenario para descubrir que la fiesta aún no había acabado. “Continuamos un poco más, ¿no?”, preguntó Chaplin antes de cerrar su concierto más largo hasta la fecha con 25 canciones.
Un mashup entre Atlantic –originalmente suya– y Bohemian Rhapsody de Queen animaron, si es que se podía más, el ambiente. A la vez que Tom Chaplin ponía en su boca las palabras que una vez escribió Freddy Mercury, admiraba el lleno que su banda había logrado en la capital española.
Crystal Ball se disponía a finalizar una impecable actuación de no haber sido por el público, que a gritos pedía una última bajo el título de Sovereign Light Café, a un nivel de decibelios tan alto que hasta al propio cantante le costó descifrar antes de ponerse manos a la obra para así cerrar un concierto que demostró el excelente estado vocal de Chaplin y con el que se puede afirmar con rotundidad que el tiempo no pasa factura en Keane.