Con el cartel de entradas agotadas en menos de 2 horas, la banda estadounidense llegaba pisando fuerte a la capital. Tras su paso por Barcelona, Pixies tocaba un jueves, y pese a haber quehaceres al día siguiente bastantes curiosos se acercaron para ver al legendario grupo de rock alternativo.
Gente fuera vendiendo camisetas, otros vendiendo cerveza… se veía que el ambiente estaba candente y había ganas de verlos. Empezaron unos 15 minutos tarde, con un Cactus y Nimrod’s Son, que ya supuso el comienzo de lo que estaba por venir.
Siguieron temas clásicos que se entremezclaban con nuevos temas. Venían presentando Beneath the Eyrie, disco que ha sido recibido de forma mixta entre sus seguidores. Se palpaba en el ambiente que cuando tocaban estas nuevas canciones, no había ni la motivación ni las ganas de disfrutarlos. On Graveyard Hill, St Nazaire o Catfish Kate brillaron algo más que otros temas del disco, pero aun así no había punto de comparación con los clásicos. Hey, Wave of Mutilation o Crackity Jones provocaron un pogos bastantes intensos a escasos metros del escenario, y todo el mundo coreaba sus letras.
No faltaron covers ya míticas de sus conciertos, como Cecilia Ann de The Surftones o Winterlong de Neil Young. Where Is My Mind? fue muy mágico, con todo el mundo cantando a coro, pero lo que más se pedía era una de sus composiciones más reconocibles: Debaser.
Finalmente, la empezaron a tocar como última canción del concierto, pero dejaron de tocarla a la mitad. Hablaron entre ellos, y de la nada Paz Lenchantin, la bajista del grupo tras la salida de Kim Shattuck, empezó a cantar una inesperada Gigantic que sorprendió a muchos. Y con eso se despidieron. Hubo algunos muy contentos, otros que no disfrutaron tanto del bolo, y en general, un ambiente extraño, como la banda misma. Pero no está mal poder ver a una leyenda así de vez en cuando.