Madrugada del 12 de abril de 1961, Cosmódromo de Baikonur. Yuri Gagarin recibe las últimas instrucciones, pero esta vez no le toca despegar a él. Es el turno de su franquiciado, The Gagarins, una expedición manchego-soviética a la que eso del espacio exterior les queda algo lejano: ellos prefieren llevarnos a surfear a la fría Siberia en la misión Vostok 7, nombre con el que bautizan su primera referencia discográfica, compuesta por trece cortes.
No van solos en esta aventura. Les acompaña Laika, perra soviética conocida mundialmente por ser el primer ser vivo que logró salir al espacio exterior –y ahora por dar nombre al tema de apertura del disco-. Ya en el inicio destacan los guitarrazos de tintes psicodélicos –mención para Jaime y Troll-, a los que pronto se suma una contundente base rítmica, obra de Alberto (bajo) y Rubén (batería), que consigue hasta que uno tenga ganas de bañarse en agua helada. En el viaje se las tienen que ver con todo tipo de vaivenes: saludan a camaradas de la KGB, se persiguen con agentes de la CIA… Y así hasta llegar a sus Gulag Holidays, tema con clara influencia setentera en las cuerdas.
Allí encuentran un extraño lugar llamado Putinclub que, aunque desconcertante, queda eclipsado por la versión más yankee del acorazado Potemkin. Una vez tocado el hielo siberiano, The Gagarin’s se sienten mejor que nunca y cogen olas sobre sus mástiles y baquetas, haciendo honor al mejor surf americano de mediados del pasado siglo. La receta es infalible: un buen juego de muñecas, cajas bien marcadas y, cómo no, reverb por un tubo.
Pero si algo hay que reconocer a estos peculiares surfstronautas no es solo la inquietud de crear música instrumental en unos tiempos tristemente desfavorables para la creatividad. Nuestros camaradas van más allá: consiguen hacernos reír sin pronunciar una sola palabra, aunque no quede muy claro para qué necesitaban un carro en Siberia. Esperemos que lo recuperen (y nos lo cuenten), también con música, en un no muy lejano segundo disco. Largas olas a The Gagarins