Es una fiesta llena de alcohol, llena de drogas, de gente riendo y pasando el mejor momento de su vida. Sintiendo de verdad el peso de la juventud, y todas sus ventajas. Pero alguien se marcha en un taxi, cabeza apoyada en la ventana mientras desea poder pasar un rato tan despreocupado como los demás. Quizás la próxima, cuando su corazón no esté tan roto.
Esta pequeño hilo argumental es el que Lorde utilizó para crear su nuevo álbum ‘Melodrama’, el segundo en su carrera. Partiendo en todo momento de su experiencia personal, algo que ha dejado claro desde el primer momento, no solo ha conseguido mantenerse en el difícil puesto del estrellato al que la catapultó ‘Pure Heroine’, su debut en el mundo de la música (sin llegar a caer en el enorme saco de one-hit-wonders de los que jamás se vuelve a saber) sino que ha sido capaz de evolucionar. Y de qué manera.
La joven promesa del panorama alternativo mundial ha sido capaz de dar un giro sin renunciar a su esencia.
Todos somos capaces de recordar a aquella Lorde que cantaba sobre dramas adolescentes en su archiconocido ‘Royals’. Pero ese estilo oscuro que marcó la diferencia desapareció completamente del nuevo repertorio que comenzó a sacar este año. ¿Por qué? Pues porque, aunque no lo parezca, han pasado cuatro años, y la artista ahora sabe lo que se siente cuando cogen tu corazón y lo parten en mil pedazos. O eso parece.
Las melodías y ritmos sirven como puente entre varios discos, pues aún mantienen similitudes que los conectan. Pero las letras son maduras, el estilo es más elegante. Con una línea temática lo suficientemente fuerte como para abarcar todas las canciones.
Este fue el contexto con el que los fans de la artista neozelandesa aterrizaron el día 9 de octubre en la cola del Sant Jordi Club, expectantes. Era la primera vez que la joven promesa del panorama alternativo llegaba a España, y nadie sabía qué podía esperar de esa noche.
Con una setlist impecable que cubrió prácticamente todo el nuevo disco (excepto Sober II y Writer in the Dark) y los temas más fuertes de su debut, Lorde no decepcionó a nadie. Se mostró con cercanía y mucho cariño hacia su público, y la energía no decayó en ningún momento. La puesta en escena fue sencilla pero acertada. Un éxito más para la carrera de la joven artista, que parece ir en pura ascendencia.