La antigua Olissipo es, hoy en día, una ciudad muy carismática. Sus siete colinas, sus majestuosos puentes que cruzan el río Tajo y sus pequeños cafés, convierten a la ciudad en una auténtica joya. Eso se está traduciendo en un crecimiento vertiginoso del turismo, debido a las nuevas aerolíneas Low Cost que aterrizan en la ciudad. Además, la capital portuguesa, es un importante puerto para cruceristas.Si estas en Lisboa de paso, o haciendo escala, echa un vistazo a estos MUST de la capital lusa.
Baixa-Chiado, el centro lisboeta.
Se dice que el nombre de Chiado proviene del verbo Chiar, que en portugués significa producir un sonido fuerte y agudo. Y es eso mismo, lo que producen los tranvías cuando hacen sus recorridos por las estrechas calles de la ciudad; para trepar por esas «ruas» serpenteantes no hay nada mejor que este medio de transporte que tanto encanto y atractivo especial aportan a la ciudad.
Para empezar la visita, podemos tomar una “bica” o café solo en Café a Brasileira ( Rua Garrett 120), un café histórico de la capital, lugar de encuentro de los intelectuales de la época, entre ellos el poeta Fernando Pessoa, uno de los escritores más importantes de las letras portuguesas.
Dejamos el café, para seguir subiendo por la rua São Pedro de Alcântara, donde nos esperará un mirador con el mismo nombre, el cuál tiene una perspectiva muy bella de la ciudad. Desde aquí, podemos ver lugares tan importantes como Castelo de São Jorge, Sé de Lisboa, o lugares tan coquetos como Praça do Rossio o Avenida Liberdade.
Recomiendo una incursión por el Bairro Alto, un barrio totalmente reconvertido, pero mucho más animado por la noche que por el día. Después, podemos bajar hasta la Praça do Restauradores por Calçada da Glória, eso sí, preparen sus gemelos porque la calle tiene una bajada bastante fuerte. Podemos optar por bajar en el Elevador da Glória, que une a baixa con el citado Bairro Alto.
En Restauradores desemboca una de las arterias principales de la ciudad, Avenida Liberdade, una calle con mucho glamour, pues en ella se encuentran algunas de las tiendas y boutiques más caras de Lisboa. Es una avenida arbolada, con aceras empedradas y Quiosques que le dan un toque muy elegante. Si seguimos caminando hacia la baixa, llegaremos a la Praça do Rossio, cuya estacíon de trenes, de estilo manuelino, os obligará a sacar la cámara y hacer unas cuantas fotos. Se puede hacer un descanso para degustar unos “salgados e folhados”, que son unas deliciosas empanadillas y hojaldres de todo tipo, además, recomiendo comer unos pastelitos riquísimos en la cafereteria Suíça (Praça Dom Pedro IV 96 a 104). Se dice que Lisboa es una de las ciudades junto con Paris, que más pastelerías por habitante tiene.
Después de otro receso, siguiendo por Rua Augusta llegaremos a la emblemática Praça do Comerço. Esta plaza era la antigua puerta a la ciudad y allí llegaban los barcos con las mercancías. La plaza, se compone de un conjunto de edificios con soportales en tres de sus lados, el lado sur esta abierto.
Alfama
Considerado el barrio más antiguo de la ciudad, Alfama suena a fado, huele a bacalhau y adorna sus calles con fachadas descascadas y con tejados llenos de hierbajos que le dan ese toque tan diferente y alternativo. Callejear y perderse, bien merece una mañana. Además, tiene un puñado de atractivos para poder conocer un poqutio más de la ciudad.
El Castelo de São Jorge (Rua de Santa Cruz do Castelo, s/n, 1100-129, Lisboa) fue un referente muy importante de la ciudad, aunque el terremoto de Lisboa de 1755 puso fin a su explendor. Finalmente, fue restaurado en el siglo XX y hoy en día alberga exposiciones, itinerarios, un restaurante. Lo mejor del castillo son sus vistas.
El Mirador de Santa Lucia. (Rua do Limoeiro, s/n) lo encontraremos subiendo a pie hacia el castillo. Mezcla un toque romántico con un perfil un poco más decadente. Está adornado con flores y azulejos y desde este mirador para que el río Tajo sea un mar.
Belém, el barrio de los descubrimientos
Para llegar hasta el barrio de Belém necesitaremos coger transporte, dado que está bastante alejado del centro. En unas 2 o 3 horas podremos vernos el barrio, visitando los principales monumentos de la ciudad. El itinerario empezaría por tomar un buen café o “meia de leite” en la Fabrica de los pasteles de Belém que desde 1837 sirve el mejor pastel de crema de la ciudad. Crujientes y deliciosos, suelen venir acompañados de canela y azúcar glasé y sin duda te hará adorar un poco más Lisboa.
El itinerario continua hacia el Monasterio de los Jerónimos, que en 1983 fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Su estilo predominante es el manuelino y se construyó para celebrar el regreso de la india de Vasco de Gama. El claustro de la catedral también es de parada obligada, siempre que se disponga del tiempo necesario.
El monumento de los decubridores, no sólo sorprende por su tamaño y por la historia que narra, si no porque dentro existe un mirador, mucho más barato que la torre de Belém y que ofrece la posibilidad de realizar unas fotos que dejarás sin hipo a tus followers.
Para finalizar la excursión, la Torre de Belém pone la guinda al pastel de la visita al barrio. La torre fue construida entre 1515 y 1519 y en 1983 fue declarada patrimono cultural de la humanidad. En principio fue usada para la defensa de la ciudad, y junto a dos torres más, formaba un buen escudo de defensa. Más tarde, la torre sirvió como aduana y faro, aunque también llego a albergar presos. Existe la posibilidad de visitar el interior.